viernes, 26 de junio de 2015

Un desafío decisivo por Elías Quinteros

UN DESAFIO DECISIVO

Elías Quinteros

El Frente para la Victoria tiene por delante un desafío decisivo. Debe intervenir en la elección presidencial de octubre y, en consecuencia, debe arriesgar su propia existencia, con un candidato que no se llama Néstor Kirchner ni Cristina Fernández. Este detalle, además de convertir a dicho desafío en una prueba de fuego, plantea un interrogante: ¿el «modelo de país» construido a partir del año 2003 tiene la posibilidad de prolongarse en el tiempo, aunque ninguno de sus protagonistas más insignes ocupe el despacho principal de la Casa Rosada? O, dicho de otra forma, ¿tiene la posibilidad de sobreponerse a los ataques de los que lo cuestionan con vehemencia desde afuera y a los reparos de los que lo apoyan con reservas desde adentro? Tal pregunta, que no admite una respuesta única en este momento, genera, no obstante, un convencimiento. Todos los que adhieren al Frente para la Victoria tienen derecho a opinar con libertad sobre la estrategia adoptada. Pero, nadie tiene derecho a decir o hacer algo que ponga en peligro su triunfo electoral. Inevitablemente, la selección de los candidatos en el período que precede a una elección, en cualquiera de sus niveles, deja espíritus disconformes y heridas abiertas ya que la cantidad de cargos vacantes siempre es menor que la cantidad de aspirantes disponibles. Mas, la política es así. Sus reglas, a veces, son de una crudeza inmensa y terrible. Desde que el mundo existe, es decir, desde hace un tiempo más que considerable, el ser humano actúa políticamente: lo cual no significa que siempre lo haga a través de un partido político o una organización parecida. En otras palabras, siempre asume una posición respecto de las cuestiones fundamentales de la vida aunque no quiera hacerlo. Y, luego, exterioriza esa posición acertada o equivocada, mediante acciones y omisiones que producen efectos directos e indirectos, sobre su existencia individual y sobre su entorno social. En la totalidad de los casos, determina o contribuye a determinar quién tiene la mayor cuota de poder y quién tiene la menor, o sea, quién es el fuerte y quién es el débil. Y, justamente, en octubre, la cuestión consiste en lograr que el Frente para la Victoria obtenga la cuota de poder que es necesaria para conducir los destinos de la Nación, durante otro período presidencial. Para sorpresa y desconcierto de más de uno, en estos días, algunos defensores del gobierno nacional están preocupados por el porvenir, tan preocupados que no comen, ni descansan, ni duermen. Eso no es bueno. Tener una cierta prevención respecto del futuro puede resultar comprensible y razonable. En cambio, profetizar la configuración de un escenario apocalíptico y justificar el cumplimiento de tal profecía con apreciaciones que, aunque respetables y entendibles, no gozan de la infalibilidad de las leyes químicas, físicas y biológicas, carece de un mínimo de seriedad. Quien experimenta por los motivos más diversos este estado de inquietud debe advertir que, en concordancia con lo expresado por Cristina Fernández, el futuro va a tener el aspecto que el pueblo permita que tenga ya que cada ciudadano, actuando en conjunto, es dueño de su propio destino.

A todas luces, el kirchnerismo es una construcción colectiva de carácter político y social que tiene al peronismo como su nutriente más importante. Por esta razón, no incurrimos en ninguna herejía si decimos que, desde tal punto de vista, el kirchnerismo constituye la expresión actual del peronismo. Suponer que representa la superación de éste es erróneo, tan erróneo como creer que es una de sus líneas internas. En el primer caso, pecamos por exceso ya que el peronismo continúa siendo la manifestación social y política más importante del país. Y, en el segundo, pecamos por defecto ya que unos de los pies del kirchnerismo está dentro del peronismo y el otro está fuera del mismo. Esto significa que los «kirchneristas de paladar negro» que despotrican contra los peronistas no entienden qué es el peronismo y que los «peronistas de paladar negro» que despotrican contra los kirchneristas no entienden qué es el kirchnerismo. Afortunadamente, el grueso de las personas que votan por el Frente para la Victoria no entra en esta clase de disquisiciones que, al igual que las discusiones sobre el sexo de los ángeles, sólo despiertan el interés de unos pocos. Tanto el «peronista» como el «no peronista» que reivindican a Néstor Kirchner y a Cristina Fernández saben que el «modelo de país» construido a partir del año 2003 está asociado al nombre de sus dos figuras máximas. Saben que sus vidas mejoraron con la construcción de ese «modelo». Y saben que ellos participaron en dicha construcción. Es decir, saben las tres cosas esenciales que deben saber para decidir con corrección, cada vez que un dilema político surge ante ellos. No necesitan nada más, a diferencia de los que se presentan como intelectuales sin poseer los dones indispensables para merecer dicha calificación. ¿Una persona juiciosa y, por ende, sensata, que no se encuentra ebria ni dormida, se pone los zapatos y, después, las medias? No. No lo hace. Entonces, ¿por qué algunos kirchneristas proceden de un modo diferente? ¿Por qué alteran el orden lógico de las cosas? ¿Por qué se preocupan en este momento por lo que pueda suceder si Daniel Scioli, el candidato del Frente para la Victoria, gana la elección de octubre; en lugar de preocuparse por lo que pueda suceder si Mauricio Macri u otro candidato de la «derecha» triunfa en la misma? ¿Por qué se comportan de esa manera si su preocupación principal está en un segundo plano desde la perspectiva cronológica? ¿Por qué actúan de esa forma si la modificación de la política desarrollada durante doce años es, a lo sumo, una posibilidad en uno de los casos expuestos y, por el contrario, una certeza en el otro?

Quien alberga algunos reparos no tiene que arrojarlos por la borda, ni tiene que dejarlos a un lado del camino. Después de todo, el tiempo puede darle la razón. Sin embargo, quien considera que, por ejemplo, Daniel Scioli y Mauricio Macri son lo mismo olvida, voluntaria o involuntariamente, que el primero se apoya en el Frente para la Victoria y el segundo en el PRO. Esto resulta comprensible en los exponentes de los partidos microscópicos de la izquierda local que desconocen los matices del arco ideológico y definen a todos los que no piensan como ellos con el término «burgués». Mas, no es propio de quienes poseen una mirada más amplia de la política. Hoy, ante la imposibilidad de tener a Cristina Fernández como candidata presidencial, resulta imperioso doblegar los esfuerzos, incluso con los recaudos que cada uno crea conveniente, para que la oposición actual no gane en octubre. Su triunfo, sí o sí, equivale a la conclusión del «modelo de país» existente: un «modelo de país» que no es la expresión particular de un sector, sino de la multiplicidad de sectores que forman el Frente para la Victoria y, asimismo, de la multiplicidad de sectores que admiten y apoyan sus iniciativas, aunque no lo integren formalmente. Ante este panorama, algunos, en consonancia con lo manifestado en más de una oportunidad por los medios opositores, dicen que nos aproximamos al final de un ciclo. Por su parte, otros, desde la posición opuesta, afirman que sólo nos acercamos al final de una de sus etapas. ¿En dónde está la verdad? Lo ignoramos. Unicamente, nos consta que cualquier aspirante a la presidencia, con alguna posibilidad de éxito, se encuentra a la derecha de Cristina Fernández. Pero, esto último no es exclusivo de tales aspirantes. También distingue a la mayoría de los argentinos que no se postulan para ningún cargo. ¿Esto significa que la ausencia de una presidenta que, a semejanza de su marido, siempre arrastró a la sociedad hacia la izquierda, nos condena a un futuro desesperanzador? No. No nos condena a nada. Al contrario, nos deja con las manos libres para que, en tanto sujeto colectivo, podamos demostrar si tenemos la capacidad para cuidar y defender lo que conseguimos. Sin duda, el porvenir implica una pregunta o, mejor dicho, un conjunto de preguntas. Este texto no pretende contestarlas. Su autor no conoce todas las respuestas. No obstante, sabe algo o, por lo menos, cree saberlo: el Frente para la Victoria, la fuerza que nos representa desde el año 2003, debe triunfar en octubre.