domingo, 23 de octubre de 2016

CARTA A UN ARREPENTIDO


Elías Quinteros

I

Sé que usted votó por Mauricio Macri hace once meses. No lo niegue. No desperdicie su tiempo haciéndolo. Sé que usted votó por él. Y sé que hoy, a once meses de ese hecho, usted considera que él lo engañó durante la campaña electoral, que él lo defraudó y que él lo indujo a incurrir en uno de los errores más graves de su vida: algo que no quiere reconocer públicamente porque teme los reproches y las burlas de los que votamos por Daniel Scioli. Pero, no tiene que avergonzarse. Ni tiene que angustiarse por eso. Nadie va a lincharlo aunque haya contribuido al triunfo del macrismo. Nadie va a crucificarlo. Usted no cometió un crimen, ni un pecado. Simplemente, creyó en las palabras de un hombre. Y tal creencia no implica que usted sea un estúpido. Sólo significa que usted cree en la buena fe de los demás: una particularidad que, en lugar de hablar mal, habla bien de su forma de ser. Sin duda, nadie le explicó que la mayoría de la sociedad pierde cada vez que a un gobierno conservador le va bien y cada vez que a un gobierno conservador le va mal porque, en el primer caso, financia el bienestar de una minoría y, en el segundo, asume el costo de la crisis que es generada, tarde o temprano, por esa clase de gobiernos. A raíz de esto, que es tan evidente como el día y la noche, quienes apuestan a un gobierno conservador, no siendo parte de los sectores dominantes, se engañan olímpicamente. Un gobierno conservador, por obra de su naturaleza, sólo atiende los intereses de unos pocos aunque afirme que gobierna para todos. Por ello, la asunción de un gobierno conservador mediante un procedimiento democrático, es decir, mediante un procedimiento que requiere el apoyo de la mayoría del electorado y, en su defecto, de una porción relevante del mismo, genera un poco de desconcierto. Según las reglas de la lógica, un gobierno que tiene en su estructura genética la satisfacción de los requerimientos de un sector minoritario, en detrimento del resto de la sociedad, no constituye el efecto directo e inmediato de una decisión voluntaria de sus futuras víctimas. Mas, cuestiones como el agotamiento de un ciclo político más que exitoso, los errores estratégicos del partido gobernante durante la campaña proselitista, la necesidad o la conveniencia de un cambio, la atracción de los candidatos que son vistos como algo novedoso aunque no lo sean, la seducción de las promesas electorales, la influencia de los medios de comunicación masiva, y la adhesión de los sectores sociales que concentran la riqueza y de los que piensan que están a la altura de aquellos, pueden lograr que lo increíble asuma la fisonomía de una realidad.

II

Esto último sucedió aquí, el año pasado. Y personas como usted lo hicieron posible. Admítalo. Admítalo de una vez. Gracias a usted y a individuos como usted, un candidato conservador, Mauricio Macri, fue elegido por la sociedad argentina para ejercer el cargo de presidente de la Nación. Como consecuencia de dicho suceso, en un lapso de diez meses, regresamos a la época de las devaluaciones de la moneda, la agudización del proceso inflacionario, el aumento innecesario del endeudamiento externo, la apertura indiscriminada de las importaciones, el estancamiento progresivo de la actividad productiva, el incremento de la desocupación, la reducción del consumo y la expansión de la pobreza extrema. O, dicho de otra forma, regresamos a la época de las personas que vendían sus mercancías en las veredas o en el transporte público; que intercambiaban las cosas que no necesitaban o que no necesitaban demasiado en los clubes de trueque; que recorrían las calles buscando muebles y electrodomésticos viejos, hierros, cartones u otros elementos de interés pecuniario; que atenuaban su hambre con la comida de una olla popular; o que vivían con sus familias a la intemperie: un retorno que —según lo explicado por Cristina Fernández, hace un tiempo, en El Calafate—, tiene como trasfondo a un planeta que ya no presenta liderazgos individuales, como los de Charles de Gaulle, Juan Domingo Perón o John Fitzgerald Kennedy, sino liderazgos sistémicos, como el de las corporaciones de los Estados Unidos o el Partido Comunista de la República Popular China. Quizás, usted no lo recuerde o no lo recuerde bien. Pero, en esa oportunidad, ante los periodistas de Al Jazeera, La Jornada, Nodal, Reuters, Sputnick y Telesur, dejó en claro que nuestro continente, expresión que comprende a nuestro país, es una región que constituye un territorio en disputa desde que los Estados Unidos, que habían desatendido estas tierras, advirtieron que los gobiernos nacionales y populares de la zona, como los de Venezuela, Brasil, Argentina o Bolivia, mantenían relaciones muy estrechas con otros actores internacionales, como la República Popular China o la Federación Rusa. A raíz de esta modificación del panorama regional, el avance de la restauración conservadora que se vive en estos momentos, con la ayuda de partidos mediáticos y partidos judiciales que responden a los sectores de la economía más concentrada, reduce la intensidad de los Estados de Derecho. O sea, crea las condiciones adecuadas para que gobiernos conservadores, como el argentino, puedan restringir las libertades de los individuos y reducir los ingresos de las clases bajas y medias.

III

Frente a una situación tan dramática, sé que usted, al igual que cualquiera, se pregunta: ¿cómo vivir a partir de ahora? ¿Cómo trabajar, comer, amar, dormir y soñar? ¿Cómo pensar con claridad? ¿Cómo mirar el futuro con esperanza? ¿Cómo sobrellevar el tiempo que falta para las elecciones presidenciales del año 2019, acontecimiento que puede modificar el curso de las cosas, si tenemos un jefe de Estado que va a convertir al país en un conjunto de ruinas y cenizas antes de la finalización de su mandato? ¿Cómo enfrentar la política del gobierno nacional con las reglas del sistema democrático y, por tal motivo, sin alterar las normas del orden constitucional? ¿Cómo librar ese enfrentamiento sin caer en una actitud golpista, sin ser como los que derrocaron gobiernos en el siglo pasado, con la ayuda de las fuerzas armadas, y en la época actual, con la colaboración del Poder Ejecutivo y el Poder Judicial? ¿Cómo? Acaso, ¿podemos confiar en los partidos políticos de la oposición y, por encima de todo, en el Partido Justicialista, cuando vemos que la desorientación y la mediocridad reinan en sus filas? ¿Podemos confiar en las organizaciones sindicales cuando vemos que negocian recomposiciones salariales que no cubren el incremento inflacionario y ponen objeciones y objeciones que dilatan la realización de, por ejemplo, un paro general, a pesar de los despidos y las decisiones económicas que perjudican a los trabajadores? ¿Podemos confiar en los Poderes Ejecutivos de las provincias y los municipios cuando vemos que, por necesidad o conveniencia, apoyan la política nacional, provincial y municipal de la alianza gobernante, en lugar de limitar la implementación de dicha política? ¿Podemos confiar en el Poder Legislativo cuando vemos que sanciona los proyectos de la presidencia con el voto positivo de senadores y diputados que acatan la disciplina partidaria y senadores y diputados que, aunque no pertenezcan al oficialismo, apoyan tales proyectos con el argumento de favorecer la gobernabilidad? ¿Podemos confiar en el Poder Judicial cuando vemos que admite y tramita con presteza las presentaciones que, con el pretexto de denunciar uno o varios actos de corrupción, sólo pretenden la desacreditación del gobierno anterior? ¿Y podemos confiar en el periodismo cuando vemos que defiende al oficialismo durante las veinticuatro horas del día y descalifica a la oposición y, en general, a cualquiera que tenga la osadía de cuestionar las decisiones del gobierno nacional?

IV

Innegablemente, si vemos la realidad de esta manera, ambos debemos responder que no. Sin embargo, antes de proceder así, debemos considerar que la totalidad del panorama no es negativo. Al fin y al cabo, la Argentina tiene militantes rasos, cuadros intermedios, técnicos, intelectuales y dirigentes políticos que tratan de preservar lo bueno del gobierno anterior, a pesar de la fragmentación partidaria que favorece al Poder Ejecutivo. Tiene sindicalistas que, a diferencia de los compañeros que se burocratizaron con el paso de los años, defienden los derechos de los trabajadores, escuchan los reclamos de las bases sindicales y, si es necesario, no desdeñan las acciones de protesta con el fin de enfrentar la política antiobrera que impera en estos días. Tiene gobernadores e intendentes que preservan un mínimo de dignidad e independencia, no obstante los problemas que afectan sus gestiones administrativas. Tiene legisladores que denuncian los fines que yacen detrás de los proyectos oficiales que son tratados en el Congreso Nacional y, por ende, rechazan dichos proyectos con sus discursos y sus votos. Tiene jueces y fiscales idóneos, honestos y valientes que enfrentan las presiones que tratan de influenciar sus actos y resuelven las causas que están a su cargo, aunque eso provoque el disgusto de los poderes concentrados. Y tiene periodistas que investigan, descubren, revelan y explican las cuestiones que son ocultadas o disimuladas por los medios gráficos, las emisoras radiales, los canales de televisión y las redes sociales que protegen o tratan de proteger la imagen del gobierno. En este punto, sé que usted, a semejanza de otros, piensa que la actitud de estos individuos, aunque resulte admirable en más de un sentido, no es suficiente. No alcanza. Y, en verdad, tiene razón. Sin embargo, mire bien. Observe a su alrededor con detenimiento. Ellos no están solos. Muchos los acompañan. Después de todo, ¿quiénes agradecieron a Cristina Fernández sus ocho años de gestión, el 9 de diciembre del año pasado, un día antes del recambio presidencial, en la Plaza de Mayo y en los alrededores de ésta, protagonizando de ese modo un hecho que no tiene antecedentes en la historia argentina? ¿Quiénes ratificaron la vigencia de los derechos humanos y rechazaron la visita oficial de Barack Obama, el presidente de los Estados Unidos, el 24 de marzo del presente año, a cuatro décadas del inicio de la última dictadura, en el mismo lugar del suceso anterior? ¿Quiénes acompañaron la presentación de la ex presidenta en el juzgado de Claudio Bonadio, el 13 de abril, en el barrio de Retiro, frente a los tribunales de la Avenida Comodoro Py? ¿Quiénes condenaron la ola de despidos y apoyaron la sanción de la Ley de Emergencia Ocupacional, dieciséis días después, a cuarenta y ocho horas del Día del Trabajador, en la Avenida Paseo Colón, frente al Monumento al Trabajo? ¿Quiénes repudiaron el veto de dicha norma, el 2 de junio, en la Plaza de Mayo? ¿Quiénes marcharon por la Avenida de Mayo contra la violencia de género, al día siguiente, en una reedición de “Ni una menos”? ¿Quiénes protestaron contra el aumento desmesurado de las tarifas de la electricidad, el gas y el agua, mediante un “ruidazo”, el 14 de julio, en varios sitios de la Argentina? ¿Quiénes impidieron la detención de Hebe de Bonafini, por parte de efectivos policiales, el 4 de agosto, frente a la sede de las Madres de Plaza de Mayo? ¿Quiénes sacudieron más de un punto del país, con un “ruidazo” más intenso que el precedente, unas horas más tarde? ¿Quiénes se movilizaron desde el barrio de Liniers hasta el centro de la ciudad de Buenos Aires, al igual que en los tiempos de la consigna “Paz, Pan y Trabajo”, el 7 de agosto, el Día de San Cayetano: el Santo del Trabajo? ¿Quiénes protagonizaron la “Marcha Federal”: una marcha conformada por cinco columnas que, tras atravesar el país, convergieron en la Ciudad de Buenos Aires, entre el 31 de agosto y el 2 de septiembre? ¿Y quiénes reclamaron la reapertura de las paritarias, el 27 del mismo mes, en las puertas del Ministerio de Educación y, luego, en las del Congreso Nacional?

V

Si usted considera que esto tiene sabor a poco, piense. Piense en lo siguiente: ¿quiénes posibilitaron las protestas de los desocupados; de los trabajadores formales y no formales de los ámbitos estatal y privado; de los productores agropecuarios, los industriales y los comerciantes que reciben la calificación de pequeños o medianos; de los estudiantes y de los científicos; que principiaron con el comienzo mismo de la actual gestión? Indudablemente, la cantidad de personas que intervinieron en tales hechos, representando a un sector amplio y variado del espectro político, contrasta de una manera notable con el escaso número de individuos que acompañaron la asunción presidencial, el último 10 de diciembre, y la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional, el 1 de marzo del año en curso. Asimismo, resalta la actitud de Mauricio Macri: un mandatario que dispuso el vallado de la Plaza de Mayo, el Monumento a la Bandera y la Casa de la Independencia, el 25 de mayo, el 20 de junio y el 9 de julio, respectivamente, con la intención de excluir a la gente que no formaba parte de sus elegidos. Ahora bien, tal resistencia, por lo que pudimos ver, no es individual. Es colectiva. Es masiva. Es popular. Y, en los días que corren, unos días difíciles por cierto, tiene como símbolo indiscutido y elocuente a una luchadora incansable e inclaudicable: Milagro Sala. Esta mujer, que posee más de cincuenta años de edad, es una luchadora social. Es una dirigente que pertenece a una agrupación que, para algunos, constituyó un Estado paralelo durante la vigencia del kirchnerismo. Es una lideresa. Es una parlamentaria del Mercado Común del Sur. Y, desde hace unos meses, es una presa política que empaña la imagen de un Estado que desea que lo veamos como un Estado de Derecho. Pero, ¿qué hizo para que la privasen de su libertad ilegítimamente? Hizo algo extraordinario. Pretendió que los carenciados abandonasen el mundo de la miseria y la indigencia. Pretendió que las mujeres y los hombres tuviesen una vivienda y un trabajo que les permitiese vivir con dignidad. Y pretendió que los chicos percibiesen los beneficios de la salud, la educación, el deporte y el entretenimiento, en lugar de padecer las consecuencias del hambre, el frío, las enfermedades, la ignorancia y, en definitiva, la efectos de una niñez triste, amarga y desdichada. Para su desgracia, agravó su situación con algo tan irritante para las personas que la encarcelaron, como la circunstancia de ser una mujer con sangre india en sus venas, que reivindica sus orígenes humildes y desafía a las autoridades cada vez que lo considera necesario. Sus enemigos, que son poderosos, no quieren mujeres pobres con ginecólogos para ellas y pediatras para sus hijos. Ni quieren chicos pobres con guarderías. Ni quieren jóvenes pobres con escuelas, gimnasios, piletas de natación y canchas de fútbol y básquet. Ni quieren enfermos pobres con centros de salud, médicos clínicos y especialistas. Ni quieren hombres pobres con emprendimientos que —al permitirles trabajar, por ejemplo, en la construcción, en la metalurgia o en la actividad textil—, les impidan caer en la delincuencia, el vicio, la mendicidad o la explotación laboral.

VI

Muchas mujeres se destacaron en los últimos años, dentro del campo nacional, popular y democrático, por obra de su actuación pública. Sin embargo, Milagro Sala es diferente: afirmación que no pretende desmerecer a las otras. Su nombre (Milagro), está asociado a un suceso sobrenatural de origen divino que contradice las leyes de la naturaleza y de la ciencia. Y su apellido (Sala), está vinculado a un aposento que brinda hospedaje y protección. Ella —en tanto figura que conjuga ambos aspectos y que, por lo tanto, aparece como algo divino que protege a los humildes—, simboliza un conjunto de cuestiones que son despreciadas por una parte de la sociedad jujeña y, asimismo, por una parte de la sociedad argentina. Su lucha es la lucha de los indios, de los blancos que ocupan las capas más bajas de la pirámide social, de los mestizos, de los que reciben la denominación genérica de ”negros”, “cabecitas negras” o “cabezas”. Su imagen es la de una “chola”. Y, para peor, es la de una “chola” que cuestiona el orden existente; que reivindica las ideas de un indio (Túpac Amaru), una mujer (Eva Perón), y un guerrillero marxista (Ernesto “Che” Guevara); que admira el gobierno de otro indio (Evo Morales); y que defiende la actuación de otra mujer (Cristina Fernández). Es decir, para ciertos sectores, encarna lo bárbaro, lo maligno, lo terrorífico, lo demoníaco. Mas, ¿quiénes son los que la siguen? Sus seguidores son los explotados, los marginados, los sumergidos y los olvidados. Son los descendientes de los mitayos y los yanaconas; de los esclavos altoperuanos; de los gauchos norteños; y, en síntesis, de los seres que despertaron la compasión y la preocupación de Mariano Moreno y Juan José Castelli; que integraron las tropas de Manuel Belgrano, José de San Martín y Martín Miguel de Güemes; y que siguieron la voz de Juana Azurduy: esa amazona que tomó las armas; combatió a los godos en uno de los escenarios más crueles de la Guerra Emancipadora, perdiendo durante el desarrollo de la misma a su marido y a cuatro de sus cinco hijos; alcanzó el grado de teniente coronela; y, como muchos grandes de América, murió pobre y sola.

VII

No obstante la prédica de los que pretenden que seamos una copia barata de los Estados Unidos o de la Europa Occidental, los problemas de la Argentina son, en gran medida, los problemas de la América Latina y Caribeña. Por este motivo, usted y yo necesitamos el aporte intelectual de personas que aborden los desafíos del país con una perspectiva regional, en lugar de hacerlo exclusivamente con una mirada local que no sobrepasa las fronteras nacionales. El siglo XXI demanda de una manera imperiosa que contemplemos la realidad que existe más allá del panorama de nuestra Nación como los que, en un momento del pasado, contemplaron la realidad que existía más allá del panorama de sus provincias. Tratar los asuntos fundamentales de cada país latinoamericano y caribeño, desde una perspectiva regional, no equivale a estudiar las ideas, las personas, los hechos y los procesos políticos, económicos, sociales y culturales que estan vinculados a dichos países, en forma aislada. Eso no es más que el estudio comparado de ideas, personas, hechos y procesos: algo que no pierde su carácter fragmentario aunque la cantidad de comparaciones sea extensa y variada. Una visión regional requiere la identificación, el análisis y la explicación de las relaciones que existen entre las ideas, las personas, los hechos y los procesos que están asociados a nuestros países y, por otra parte, de las relaciones que existen entre las ideas, las personas, los hechos y los procesos que están asociados a nuestro presente y nuestro pasado. Nosotros podemos comprender el funcionamiento del cerebro, el corazón, los pulmones y el estómago. Pero, sólo llegamos a comprender el funcionamiento del cuerpo humano cuando logramos vislumbrar la interrelación que existe entre cada uno de sus órganos. Nada sucede porque sí. Todo, hasta lo más insignificante, opera como el efecto y la causa de algo. Quienes creen que lo que sucede en México, Venezuela o Perú, no tiene ninguna vinculación con lo que sucede aquí; y quienes piensan que lo que sucedió hace cinco siglos no tiene ninguna vinculación con lo que sucede ahora; razonan como las amebas. Y, en algunos casos, no hacen ni eso.

VIII


Si usted contempla la realidad local con una mirada amplia, puede percibir con facilidad que el mejoramiento de la situación económica y social de la Argentina coincidió con el surgimiento y el entendimiento de un conjunto de gobiernos progresistas, nacionales y populares, o izquierdistas, en el continente; y que el desmejoramiento de esa situación coincidió con la aparición de un movimiento conservador que, en menos de un año, consiguió la derrota del Frente para la Victoria en la segunda vuelta de la elección presidencial (Argentina), la derrota de Evo Morales en el plebiscito realizado para aprobar o rechazar una reforma constitucional que permitiese una nueva reelección del presidente (Bolivia), el derrocamiento de Dilma Rousseff (Brasil), la derrota de Juan Manuel Santos en el plebiscito efectuado para aprobar o rechazar los acuerdos de paz suscriptos por el gobierno y las FARC (Colombia), y la intensificación de los ataques a la Revolución Bolivariana con el propósito inocultable de abatirla (Venezuela). Esto no es casual. La vinculación que existe entre el gobierno conservador de la Argentina y la reacción conservadora del continente deja en claro que su voto no sólo contribuyó a la instalación del conservadorismo en el gobierno. También contribuyó al fortalecimiento del conservadorismo en la región y, en consecuencia, a la expansión de un movimeinto que aspira a la unificación ideológica de la América Latina, bajo los principios del capitalismo más insensible y despiadado. Yo sé que usted, a diferencia de otros que votaron como usted, no quería esto. Unicamente, anhelaba la preservación y, si era posible, la ampliación de lo alcanzado durante los últimos años, sin el supuesto autoritarismo, la supuesta corrupción y la supuesta ineficiencia del kirchnerismo. En otras palabras, soñaba con una especie de kirchnerismo que fuese más prolijo o, dicho con una mayor precisión, que no fuese kirchnerista. Pero, las cosas no resultaron así. En lugar de lo soñado por usted, tenemos dentro y fuera del país, a un conjunto de individuos que desean aniquilar todo lo que, según su opinión, presenta rasgos populistas. Dicha intención es evidente. Nadie puede decir que no la ve. Nadie. Por ese motivo, usted ya no tiene excusas. O piensa qué va a realizar a partir de ahora. O piensa qué va a decirle a los suyos, cuando todos nos hundamos en el abismo.

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